Algo se mueve bajo
el agua. La libertad de los cazatesoros para explotar a sus anchas el
patrimonio histórico sumergido se va achicando. México y España darán en breve
un significativo paso al aliarse para investigar y proteger los fondos
arqueológicos submarinos. Durante la próxima visita de Estado del presidente
Enrique Peña Nieto a España, prevista para los días 9 y 10 de junio, ambos
países firmarán un memorando de entendimiento “para la cooperación en la
gestión, investigación, protección, conservación y preservación de recursos y
sitios del Patrimonio Cultural Subacuático”, según ha confirmado el Ministerio
de Asuntos Exteriores.
El acuerdo, que
suscribirán el Ministerio de Educación, Cultura y Deporte y el Instituto Nacional de Antropología e Historia de
México (INAH), despejaría una hipotética pugna diplomática por los
restos del mítico Juncal, un galeón español del siglo XVII hundido durante
su travesía entre Veracruz y La Habana con un millón de monedas de plata y
reales y que el INAH lleva años investigando.
“La colaboración
científica y de protección legal es indispensable entre ambos países, ya que
tenemos una historia marítima tejida en conjunto a lo largo de varios siglos.
Además, es la oportunidad para generar un modelo de participación conjunta y
mostrar que trabajando en equipo se logran mejores resultados que discutiendo a
favor o en contra de los dos países. La ciencia y el conocimiento no tienen
fronteras”, defiende Pilar Luna, subdirectora de Arqueología Subacuática del
INAH y figura emblemática en la defensa del patrimonio subacuático , en un
correo electrónico.
En las aguas de
México, el instituto ha contabilizado más de 300 pecios. La Armada española,
por su parte, ha documentado allí el hundimiento de 36 barcos propios —en todo
el mundo se han
inventariado hasta el momento 1.580 naufragios españoles—, gracias a
un proyecto de investigación que le permitió rastrear sus principales archivos
(Viso del Marqués, Madrid y Murcia).
Los documentos
históricos resultaron cruciales para decantar a favor de España el pleito
contra Odyssey por el tesoro de La Mercedes y lo han sido
para reconstruir la peripecia novelesca del Juncal.
El navío, que había
zarpado de Veracruz con más de 300 personas a bordo y una carga valiosa de
plata, metales preciosos, chocolate, sedas y tintes, también despertó el
apetito de la empresa de cazatesoros. En 2009 Odyssey intentó sin éxito
que el Gobierno de México le autorizase los trabajos para localizar el galeón.
No fue el primer
buscador de tesoros que olfateó el potencial del Juncal. En los años
setenta varias empresas se interesaron por el pecio. Su afán alertó a la
Administración mexicana, que ha mantenido una férrea oposición frente a los
expoliadores. La búsqueda del navío se convirtió en un asunto de Estado. Se ha
reconstruido su historia a partir de archivos de México, España, Colombia,
Guatemala, Cuba e Inglaterra y se han realizado tres campañas con un buque
oceanográfico de la Universidad de México para rastrear un área de 1.500
kilómetros cuadrados en la Sonda de Campeche, donde se estima que se produjo el
hundimiento.
Relación con la
carga de la flota Nueva España, que se conserva en el Archivo General de
Indias.
El perímetro se ha
delimitado a partir de un modelo matemático que fusiona la información
histórica con datos de las corrientes marinas y la meteorología local en
aquellos días de octubre de 1631. El INAH, según la
historiadora Flor Trejo, está recaudando fondos para financiar
una próxima campaña de prospección en 2015 (en la anterior, de 2012, se barrió
un área de 385 kilómetros cuadrados), en la que participan oceanógrafos,
arqueólogos, geofísicos, historiadores e ingenieros.
Pocas personas
conocen los entresijos de la dramática singladura delNuestra Señora del Juncal como
Flor Trejo, que se sumergió en la investigación en 1997 y que sigue narrándola
con la fascinación de la primera vez. “Ya los personajes son mis amigos. Sé de
qué color son sus cabellos y cuáles eran sus desgracias personales”, bromea
durante una comida en Matadero en Madrid, donde ha participado en unas jornadas
sobre arqueología subacuática.
Como todas las
tragedias, también la del Juncal, está repleta de azares que parecen
señales de aviso que nadie vio. Un día antes de zarpar falleció Miguel de
Echazarreta, capitán general de la flota de la Nueva España, a la que
pertenecía el galeón. “Entonces discuten si salir o no, pero a Felipe IV le
urgía la plata y se hacen a la mar igualmente”, recuerda Trejo. La flota de la
Nueva España, compuesta por 13 barcos (de los cuales se pierden cinco), zarpa
el 14 de octubre de 1631 de Veracruz con el Juncal dañado. “Tenía
entradas de agua que no habían reparado y cuando comienza un temporal a los
pocos días, tienen que achicar agua día y noche, no maniobran bien y llegan a
cortar el mástil mayor”.
Investigadores del
Juncal, a bordo del buque oceanográfico que rastreó el mar en 2012.
Después de dos
semanas de mar convulsa el Juncal se hunde. Sobreviven 39 personas
(un comerciante, un religioso y 37 tripulantes), que se salvan a bordo de una
pequeña lancha (también agujereada). “Era la barca que debía usarse para poner
a salvo la correspondencia del rey, a los nobles, al capitán y al piloto. Los
nobles delJuncal habían sobornado con joyas al contramaestre para salvarse
en esa lancha, pero no lograron botarla al agua al carecer de mástil mayor, así
que se fueron a sus camarotes para prepararse para morir. Y son los primeros en
hacerlo cuando el navío se hunde”.
Los supervivientes
combaten las entradas de agua con sus bonetes. “Era como intentar salvarse en
una coladera, que además llevaba más gente de la que podía soportar”. Deciden
por unanimidad aligerar peso echando por la borda al religioso. Sus ruegos,
finalmente, convencen a los 38 restantes, que deciden perdonarle la vida.
“Acuerdan entre todos deshacerse de la mitad de las joyas y del botín entregado
por los nobles al contramaestre y repartirse el resto al llegar a tierra”. Tras
una noche combatiendo las vías de agua, al amanecer son rescatados por el
patache (la pequeña embarcación que llevaba avisos entre los navíos de la flota
de la Nueva España). Nada más subir a bordo, la lancha que les había librado
del naufragio se hunde.
La historiadora
relata que, una vez desembarcados en Campeche, les detienen y les acusan de
haberse amotinado y haber causado el naufragio, tras ser acusados por el
religioso. Cuando comparecen ante la Casa de la Contratación en Sevilla, son
absueltos. Sus declaraciones en el proceso han permitido a Trejo reconstruir
aquellas horas de 1631 que darían lugar a una leyenda, y que ha relatado en su
libro La flota de la Nueva España (1630-1631). Vicisitudes y naufragio,
publicado en México en 2003. Tanto la peripecia histórica como la científica
figuran también en eldocumental Tras la huella del Juncal, presentado en 2013 y
elaborado por el equipo del INAH.
TEREIXA CONSTENLA Madrid 11 MAY 2014
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